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Sobre contenedores, vulnerabilidades y edificios

Había una vez tres contenedores que eran hermanos y vivían en lo más profundo de un barco de carga. Se llamaban YangMing -“High cube”-, Amficon -“Amphibious container leasing”- y Containex -“La calidad también puede ser de segunda mano”-. Siempre habían sido felices en alta mar. Transportaban cajas de fruta, electrodomésticos, utensilios de todo a cien que luego se venderían en los bazares de los chinos […]”.

Así empezaba el artículo “Los tres contenedores”, publicado en Carrer, en marzo de 2020, sobre los alojamientos de proximidad provisionales (Aprop), eufemismo para hablar de cajas de zapatos con ventanas. Según el colectivo de arquitectos Straddle3 -“urbanismo táctico”-, se trata de una “estrategia que responde de forma ágil, urgente y pragmática a situaciones de emergencia por la carencia de vivienda”.

El bloque de la calle Nou de Sant Francesc con Josep Pijoan (Aprop Ciutat Vella), promovido por el Ajuntament de Barcelona, no es una mole de hormigón ni piedra en argamasa. Más bien, tres contenedores de barco puestos uno encima del otro, y reforzados con una malla de algo parecido a la fibra de vidrio.

De cuatro plantas y 12 puertas, los primeros inquilinos llegaron entre enero de 2020 -borrasca Gloria- y marzo de 2020 -confinamiento por la pandemia-. La estancia ha de ser temporal, especie de pensión antes de dar con una solución duradera, antes de serles otorgada una vivienda sólida que no se la lleve el viento. Sin embargo, algunos residentes de Aprop Ciutat Vella siguen siendo los mismos que entraron, hace ya tres años.

Daniel vive en uno de los doce pisos. Tartamudea de manera un tanto imperceptible. Ya en la cincuentena, arrastra los pies y se abriga con un jersey de lana gruesa. Camina mirando el suelo, con la cabeza de leva que le pesa un mundo. Saca las llaves para entrar al rellano.

Reportero Jesús: ¿Lleva mucho viviendo aquí?
Daniel: Buf, desde el principio. Vivo con mi tío.
R. J.: ¿Dos en el piso?
D: Sí.
R. J.: ¿Y convivís bien?
D: Bueno.
R. J.: ¿Dónde estaba antes?
D: Buf, se cayó mi casa, en el Raval.
R. J.: ¿Entera?
D: Parte.
R. J.: ¿Están bien estos pisos?
D: Sí, no me puedo quejar.
R. J.: ¿Hace frío o hace calor?
D: No hace frío.
R. J.: ¿Ni calor?
D: No hace calor.
R. J.: Querría hacer algunas fotos, si no es molestia.
D: No le puedo decir nada más.
R. J.: ¿Y si le dejo mi teléfono?
D: No tengo teléfono.
R. J.: Solo querría saber si la casa es confortable.
D: Lo siento, no puedo decir nada.

En los bajos de Aprop Ciutat Vella, un anexo del centro de atención primaria Gòtic, con carteles en los que se apremia a la tercera edad para que se ponga la cuarta dosis de la vacuna contra el coronavirus -“És el moment de fer el gest que estàvem esperant”-. Al lado se encuentra un habitáculo para la dirección de Aprop, que cuenta también con una educadora social -“no estoy autorizada a hablar”-.

La dirección de Aprop Ciutat Vella no quiere hacer declaraciones: “Ya sabe el protocolo, tiene que enviar un mail al Ajuntament”. Los vecinos no saben/no contestan. Al azar, picas a uno de los interfonos: “Lo siento, yo estoy enfermo y no sé nada”. Nadie quiere hablar. Los meses pasan. Los años se van. La gente se muere. Los contenedores perduran.

En los años de la crisis, entre la crisis económica social de 2008 y la crisis de la pandemia de 2020, el arquitecto Joan Artés (Barcelona, 1954), gerente de La Casa por el Tejado, buscaba huecos en los áticos de los edificios modernistas del Eixample para colocarles un contenedor encima. En su mundillo, una “solución contemporánea” para edificar sin mucho coste. Ese contenedor se convertiría en un sobreático de lujo.

De la trilogía Barcelona sucia: “El mapa, en el que se observa claramente la degeneración del proyecto original de Ildefons Cerdà, como un cuadro del puntillista Seurat –La Seine à la Grande-Jatte-: más de un millar de puntitos rojos marcan los números de los edificios en los que es susceptible construir -añadir-. ‘Cuarenta de nuestros comerciales técnicos -“fuerza de venta”- peinaron la ciudad durante un año, picando a los timbres, casa por casa, localizando fincas”.

Quizá eso es precisamente la metarrealidad, algo que parece lo que no es. Un contenedor no debería ser una casa.

Uno de los proverbios de la Biblia viene a decir que los pobres serán los príncipes. Ahora no lo son.

‘Allotjaments provisionals de proximitat’

“L’Aprop del barri Gòtic el formen 12 allotjaments provisionals de proximitat. En els prop de tres anys de funcionament de l’equipament, marcats per la pandèmia, cinc unitats familiars ja han accedit a habitatges i recursos definitius i pròximament també s’hi traslladaran quatre unitats familiars més.
Les persones i famílies residents als Aprop es troben en situació d’exclusió residencial, ateses pels serveis socials municipals. L’estada als Aprop ha suposat una oportunitat pels residents per poder estabilitzar la seva vida, en el seu entorn proper, mantenint xarxes tant socials com escoles i demés serveis, i a partir d’aquí anar construint processos de recuperació i anar avançant cap a l’autonomia. Des dels Aprop es pot oferir una atenció de qualitat des de la quotidianitat i la coordinació estreta amb els serveis socials, oferint una resposta ràpida sempre que s’escau”. Fuente: Ajuntament de Barcelona.

Leed también el artículo “‘Loving Barcelona’, guía para turistas ‘de calidad’”.

El edificio de Aprop Ciutat Vella, en la calle Nou de Sant Francesc con Josep Pijoan, en una noche de invierno.

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