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Míriam (Sindicato Las Kellys Cataluña): “Si te quejas, estás marcada, no volverás a trabajar”

La expresión las Kellys procede de la contracción de la frase las-que-limpian y es el nombre que este colectivo obrero -netamente femenino- se ha dado para identificarse y reivindicar sus derechos. Su nombre técnico es el de camareras de hotel, que son aquellas que preparan las habitaciones de los establecimientos hoteleros para que puedan ser ocupados por sus huéspedes. Un oficio tristemente célebre por su dureza física y sus terribles condiciones laborales. Y un colectivo que lleva años en lucha.

¿Es duro ser camarera de hotel?
Poco a poco vas cogiendo el ritmo, pero al principio cuesta muchísimo, porque es un trabajo físicamente muy, muy duro. No todo el mundo lo puede hacer. Hay muchas mujeres que empiezan y se marchan al cabo de uno o dos días. No aguantan.

Pero usted está en este trabajo desde 2002. ¿Cómo ha podido aguantar?
Antes la situación era mejor. Trabajaba directamente para el hotel, con un convenio de hostelería, derecho a vacaciones, pagas extras… Ahora se ha ido de madre.

¿En qué sentido?
Yo no tenía ni idea de derechos laborales ni de sindicalismo, pero recuerdo que cuando se promulgó la Reforma Laboral de Mariano Rajoy, en 2012, todo se vino abajo. Las condiciones cambiaron radicalmente. Entró en vigor la externalización de los servicios esenciales y los hoteles empezaron a despedir a plantillas enteras, que luego fueron contratadas por empresas externas, subcontratas. Es frecuente que el dueño del hotel sea a la vez el propietario de la subcontrata.

La jugada es maestra: el dueño del hotel se ahorra el convenio y el pago de salarios dignos, y logra imponer una relación laboral precaria y con los mínimos derechos.
Exacto. Una subcontrata abarata los costes. Y rebaja los derechos: no tienes derecho a sindicarte ni a reclamar. Porque desde el momento en que lo haces prácticamente estás en la calle. Ya no te volverán a contratar.

¿Hay miedo a sindicarse?
No es delito sindicarse, pero les han metido el miedo a las trabajadoras para que cada vez que oigan hablar de sindicalismo no quieran saber nada. Porque piensan, mejor dicho, saben que desde el momento en que se sindiquen ya no podrán trabajar.

¿Cuál es el perfil de la kelly?
Son mujeres en situación de vulnerabilidad. Son ellas las que llevan el dinero a casa y sacan adelante el hogar. Sus familias dependen del dinero que ganan. No pueden darse el lujo de dejar el trabajo y buscar otro. En definitiva, no se ven fuera del empleo de camarera de hotel; prescindir del dinero que ganan con ello no es una opción.

Hábleme de sus condiciones laborales.
Te cuento sobre mí misma, mi ejemplo. En 2012 estaba trabajando en un hotel de cinco estrellas a través de una ETT [empresa de trabajo temporal], que me pagaba a 10,50 euros la hora. El hotel tenía su plantilla y yo acudía en días puntuales, cuando subía la faena. Al comenzar 2013, empecé a buscar un trabajo de camarera con mayor estabilidad. Entonces se puso en contacto conmigo una empresa. En la entrevista me ofrecieron un puesto en el mismo hotel donde había comenzado: el Grand Marina, en el World Trade Center. Y me dijeron: “Vas a hacer 13 habitaciones en cinco horas y vas a cobrar 530 euros netos”.

¿Y qué ocurrió?
Me quedé muerta. Cuando yo empecé en este trabajo en 2002 hacíamos 11 habitaciones en ocho horas.

Un más que considerable aumento de productividad.
Obviamente, rechacé el trabajo. ¿Cómo iba a hacer eso en cinco horas, si cuando empecé allí ya acababa tarde porque no era capaz de terminar una habitación en la ratio estipulada? Y es que los hoteles de cinco estrellas son los que más trabajo dan. En definitiva, en diez años, de 2002 a 2012, la evolución ha sido esta. Me quedé admirada de que, con el tiempo, las cosas no hubieran mejorado sino ido a muchísimo peor.

Luego sus condiciones empeoraron.
Tras esa entrevista estuve buscando faena y no encontraba nada. Decidí irme a Londres a probar suerte. Pero antes me llama la ETT para la que solía trabajar y me comunica que tienen un trabajo para mí, de camarera de hotel. “¿Y cuánto pagáis la hora?”, pregunto. Y la respuesta fue: “No, ya no pagamos por hora. Ahora se paga por habitación hecha. A 1,80 euros, como mucho, por habitación”. La ETT se había convertido en una subcontrata, a raíz de la Reforma Laboral. Todas las ETT sufrieron esta transformación, porque pasaron de pagar por hora a pagar por producción. Es el trabajo a destajo: a más habitaciones, más dinero. “Te vas a llevar un dinerito a casa”, te decían. ¿Un dinerito? ¿Qué dinerito? Te engañaban de esa manera.

En El País se afirmaba que “la repetición a toda prisa de movimientos -agacharse para recoger la ropa, doblar sábanas, hacer la cama, fregar suelos, limpiar cristales- suele dejar lesiones”. Usted añadía que “con cincuenta y pico estás totalmente rota”.
Es la realidad. Las mujeres que entran a trabajar, si duran un mes, acaban enfermas. El trabajo es físicamente muy duro. Pero es que además no puedes ir a comer porque no tienes tiempo; no puedes ir al lavabo porque dejas de hacer habitaciones. Si comes y vas al lavabo acabarás más tarde y las horas extras nunca te las pagarán. Es un trabajo a destajo que te imponen: el número de habitaciones se ha de hacer a toda costa. Si no, te despiden. O te sancionan. Y si te quejas o te marchas, sabes que no volverás a trabajar: has quedado marcada.

¿A qué puertas han llamado para defender sus derechos?
Con el PSOE llevamos al Congreso la llamada Ley Kelly, para acabar con la subcontratación de las camareras de hotel. Los socialistas se comprometieron a sacarla adelante, pero la norma duerme en un cajón hasta el día de hoy. Y en 2018 todo el Parlamento catalán aprobó el llamado Sello -o distintivo- de Calidad para combatir la precariedad del colectivo, pero que todavía no ha sido desarrollado.

¿Y eso por qué?
Nos dicen que la patronal no quiere. Y que los sindicatos tampoco apoyan la iniciativa. ¿Dónde están los sindicatos que dicen defender a los trabajadores? Fuimos a UGT y nos recibieron con muy buenas formas: nos dijeron que iban a hacer lo posible. Pero era mentira, porque ya habían pactado todo con la patronal. Son unos falsos. Y luego acudimos a CCOO y esta vez ya nos recibieron de mala manera. Apenas nos dedicaron tres minutos y ya está, vete. ¡Fueron unos bordes! Así que tuvimos que montar nuestra propia organización sindical: el Sindicato Las Kellys Cataluña.

Han emprendido otra iniciativa autogestionaria.
Sí, un portal de reservas, solo con hoteles que respeten las condiciones laborales de nuestro colectivo. Ya hemos recaudado 90.000 euros mediante el sistema de crowfunding y esperamos que esté operativo en 2022.

Un ejemplo de entereza

Míriam es una mujer de 47 años, de cuerpo menudo y voz suave, pero de voluntad de hierro. Llegó de Ecuador en 1999, y empezó trabajando como interna en una casa. De ahí pasó a trabajar en una cafetería, en Sants. “Al principio me gustaba, pero tenía que estar de pie nueve o diez horas, y además había mucho trabajo. Me dolían las piernas”, recuerda. Tres años después, le ofrecieron un empleo del que “no tenía la más mínima idea”: limpiar en un hotel en obras, próximo a inaugurarse. Tras la inauguración, le tocó limpiar las habitaciones, un oficio al que llamaban camarera de hotel y que también desconocía porque “no es lo mismo que limpiar en una casa”. Desde entonces no solo sigue ejerciéndolo -pese a las terribles condiciones laborables- sino que forma parte del sindicato que las propias trabajadoras han tenido que constituir para reivindicar sus derechos.

Míriam, camarera de hotel, en el jardín de Can Fabra, en Sant Gervasi.


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